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29 de marzo de 2024

No hay que romantizar la crisis sanitaria ni verla como una salvación del ambiente

Por Fabiana Morúa.- Desde la implementación del confinamiento obligatorio y social debido a la pandemia por Coronavirus se puede creer que le estemos dando un respiro al nuestro planeta, a su fauna, a su vida silvestre.

Sin embargo, no quiere decir en realidad se esté recuperando ecológicamente. Se puede observar en videos y fotos a los animales, los cielos despejados y ríos claros que sugieren un planeta más saludable. En realidad, es una ficción momentánea.

Hace muchos años, diversos expertos y expertas sostienen que gran parte de las pandemias, los brotes de enfermedades a nivel global son parten de una crisis ambiental y ecológica que es generado por el modelo económico contaminante en el que estamos sumergidos.

Es probable que el parate económico y social generado por el COVID-19 plantea una naturaleza “en recuperación”, pero es claro que no es un escenario real debido que se está desarrollando en un mundo que tiene muy poca actividad y que de a poco vuelve a su cotidianidad.

“La verdadera cara de la salmonicultura”

Desde Sin Azul No Hay Verde, el Programa de conversación marina informó que “el lunes 4 mayo el Servicio Nacional de Pesca y Acuicultura de Chile (Sernapesca) recibió fotos que muestran una ballena Sei atrapada entre redes y cadenas pertenecientes a la estructura de una jaula utilizada para salmonicultura del centro de cultivo Matilde 3, de la empresa Australis Mar, en la región de Aysén”.

Explicaron que se llevaron a cabo “peritajes por parte de la Fiscalía a cargo del caso para entender realmente cuáles fueron las causas que ocasionaron la muerte del animal, ya que no se descarta una posible participación humana también”.

También detallaron que “las fotos muestran la evidencia de una de las tantas consecuencias que tiene la industria de la salmonicultura para el ambiente”. Es decir, “el hacinamiento de salmónidos en las jaulas, la contaminación del lecho marino y de los ecosistemas a donde se instalan, los desechos de estructuras, los escapes masivos y la muerte de animales como aves y lobos marinos que quieren alimentarse de los peces son los efectos siempre presentes en esta industria nociva”.

Debido al trabajo que se lleva a cabo en conjunto por las comunidades a ambos lados del Canal Beagle para evitar que se instalen las salmoneras: “Estefanía González, Coordinadora Océanos Greenpeace Andino, describió a Sin Azul No Hay Verde lo crítica que es la situación en la región de Aysén, donde hay más de 700 proyectos aprobados para desarrollar la salmonicultura a pesar del pedido de la gente para que no continúe la expansión de la actividad”; manifestaron.

González sostuvo: “La industria ha devastado de manera completa los ecosistemas de la región de Aysén y toda la Patagonia chilena. A nosotros no nos impresiona lo ocurrido con esta ballena porque esto es parte de los impactos que tiene la industria de la salmonicultura”.

“Lo estándares con los cuales trabajan, no solamente Australis Mar, sino que las empresas en general; son estandartes realmente incompatibles con la salud del océano, con el turismo y con las actividades de pesca artesanal”; analizó la Coordinadora Océanos Greenpeace Andino.

“Hoy en día no es posible desarrollar salmonicultura industrial como la que hay en Chile y como la que se quiere poner en Argentina sin que los impactos no sean la muerte de ballenas, la muerte de otras especies, la muerte de los propios salmones, el alto uso de antibióticos y pesticidas. Finalmente, el daño y la destrucción de todo el ecosistema marino”; remarcó González.

Cabe mencionar que la salmonicultura es una rama de la acuicultura enfocada a la producción de peces de la familia del salmón. Al ser peces anádromos deben pasar durante su ciclo de vida por etapas de agua dulce y de agua salada.

El cultivo del salmón del Atlántico tradicionalmente ha estado dominado por una pequeña cantidad de regiones de cultivo: Chile, Noruega, Canadá y Escocia; debido a que a menudo varias condiciones naturales deben estar presentes para garantizar una producción óptima de la salmonicultura.

El ciclo de producción de la salmonicultura dura alrededor de tres años. El primer año ocurre en ambientes controlados de agua dulce y después los salmones cultivados se transportan a jaulas en agua de mar. Una vez que los salmones cultivados alcanzan un tamaño cosechable, se transportan a plantas de procesamiento y se preparan para la venta. Para los consumidores, la mayoría del salmón cultivado se vende como filetes, aunque también se puede comprar el pescado entero.

Desde la organización Sin Azul No Hay Verde declararon que “la experiencia en Chile ejemplifica lo que podría suceder en el Canal Beagle, lugar que en el 2018 se proyectó el desarrollo de la salmonicultura por acuerdo entre el Gobierno Nacional, el Gobierno Provincial y Noruega”.

“Afortunadamente, el Concejo Deliberante de Ushuaia aprobó una ordenanza municipal prohibiendo la instalación de cualquier infraestructura para desarrollar la actividad en el ejido urbano del municipio”.

Aunque para prohibirla de manera definitiva “se presentó un proyecto de ley en el 2019, que aún no fue aprobado. Por eso, frente a la situación económica en gran medida detenida, la pregunta radica en cómo se van a aprovechar de la mejor manera posible los valores naturales de Tierra del Fuego”; comunicaron.

Porque el Canal Beagle sostiene una innumerable cantidad de vida marina y el desarrollo de producción local, gastronomía y turismo anclado en la necesidad de un Canal sano y prístino.

Finalmente, “en ese sentido, González reflexionó que “la posibilidad de que las salmoneras lleguen al Beagle sería devastador para todas las actividades locales. Como lo ha sido en Chile donde este tipo de noticia ocurren todos los meses, cada mes tenemos un nuevo desastre ecológico a causa de la salmonicultura y es por eso que es tan importante que Tierra del Fuego en Argentina no cometa los mismos errores que se cometieron en Chile que, aún hoy en día permite que se estén muriendo ballenas e incluso trabajadores y que contamine los ecosistemas marinos de esta forma”; concluyó el comunicado de la organización Sin Azul No Hay Verde.

Control de plagas en el predio del CADIC

CADIC ha difundido una fotografía donde se puede observar el daño producido por el conejo en vegetación y suelo, en lomada camino al aeropuerto.

El conejo de Castilla es una especie exótica invasora, considerada una de las 100 especies invasoras más dañinas del planeta por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. La misma fue introducida en Tierra del Fuego desde Europa por los primeros colonos.

Al igual que ocurrió en otras partes del mundo, al acceder a condiciones favorables para su reproducción, se diseminó por todo el territorio causando daños ecológicos de gran envergadura que incluyen la destrucción del suelo y la eliminación de especies animales como vegetales autóctonos.

Desde el año 2000, después de un control demográfico que se había logrado en la década del 80’, las poblaciones de conejos comenzaron a recuperarse en la Península de Ushuaia -donde se encuentran las instalaciones del CADIC-.

Este 2020, a raíz de las particulares condiciones climáticas, se produjo una explosión demográfica que enciende nuevas alarmas ambientales y sanitarias. Situación que exige al CADIC a tomar acciones de control de esta especie dañina que, a pesar de no ser agradables, se revelan como indispensables en pos de evitar su diseminación por la Isla Grande de Tierra del Fuego y la producción de daños mayores.

CADIC es una institución que prioriza la protección del ambiente, a partir de la investigación como de la intervención directa, una medida que va en el mismo sentido: Mantener la biodiversidad nativa y tratar de reparar los daños producidos por la acción humana.

En cuanto a los conejos: La invasión dicho animal conlleva riesgos para el medioambiente, la salud de la población, la operación aerocomercial y las construcciones edilicias.

Daños ambientales: Los conejos comen la cubierta vegetal, rascan el suelo en búsqueda de raíces y cavan para construir sus madrigueras. Por lo que destruye la vegetación y tiene una doble consecuencia:

Por un lado, elimina el hábitat de especies nativas, produciendo daños irreparables a la biodiversidad. Por el otro, expone el suelo a la erosión del viento y las lluvias que tanta intensidad tienen en estas latitudes, atentando contra la fertilidad y productividad de este recurso natural tan preciado.

Salud humana: El contexto actual con la pandemia presente aletrta al CADIC, una vez más, sobre los peligros que conlleva el contacto con animales silvestres que pueden portar patologías como hongos, parásitos, virus y bacterias; con lo cual podrían ser transmitidos a las personas y también afectar a otras especies animales, se incluyen las mascotas.

Así es el caso de los conejos que circulan libremente junto a seres humanos, mascotas y otros animales silvestres.

Seguridad aerocomercial: El conejo que está presente en el Aeropuerto Internacional de Ushuaia Islas Malvinas, como sus predadores y carroñeros como las aves, zorros y perros; representan un riesgo para las aeronaves que operan porque pueden ser ingestados por las turbinas.

Por último, las madrigueras que conforman sistemas de túneles subterráneos quitan el sostén a cualquier estructura que se apoye sobre este terreno. Produce hundimientos y derrumbes que implican peligros económicos como para la seguridad de las personas que transitan y habitan esas zonas.

También trae problemas en cementerios, debido que, al cavar pueden ingresar en las tumbas. En tal caso, el edificio principal del CADIC -dedicado a investigaciones- como las viviendas que alojan a su personal están sufriendo las consecuencias.

Método de control

Desde el CADIC evaluaron, a partir del consejo de expertos, diversos métodos de control que han demostrado ser exitosos en otras experiencias nacionales e internacionales.

Las alternativas fueron evaluadas teniendo como máxima prioridad la bioseguridad de las personas y del resto de las especies animales que habitan y transitan el predio como sus alrededores, así como la ausencia de impacto ambiental.

Así mismo, se consideraron las opciones que representan el menor sufrimiento posible para los conejos en el proceso de erradicación.

Entre las técnicas no letales: Cercar un área para protegerla o atrapar a los animales y trasladarlos. En ambos casos, el problema no se soluciona, se transferiría a otro sector donde se aceleraría el proceso que el CADIC intenta evitar: En otras palabras, la expansión del conejo por fuera de la península.

No existen herramientas de esterilización que puedan aplicarse al total de la población de conejos que sean efectivas y seguras para otras especies.

Limitaciones con las que se añade el hecho de que el predio se encuentra habitado continuamente porque es un espacio laboral y está localizado en una zona urbana.

Cabe tener en cuenta que, con todos los puntos señalados, procederán a realizar una fumigación pasiva y extracción manual. Un procedimiento que no implica riesgo para la seguridad ni la salud de humanos ni de otras especies animales.

Asimismo, no impactará en absoluto en el ambiente. El CADIC aclaró que no se emplearán métodos de control biológico como la inoculación de virus o agentes patológicos.

“La erradicación del conejo no solo resguarda un patrimonio estatal, sino que constituye una contribución al control de una plaga para proteger a la flora, la fauna y la población de Tierra del Fuego de un desastre ecológico como el que ya se vivió el siglo pasado; asumiendo la responsabilidad social que comporta nuestra función profesional”; informaron.

Destacaron que con las acciones se sigue lo que demanda la legislación vigente, en particular el Convenio sobre la Diversidad Biológica; al que se adhirió la Argentina mediante la Ley 24.375 de la Nación.

La ley nacional expresa, en su artículo 8º, inciso h): “Se impedirá que se introduzcan, y se controlará o erradicará a las especies exóticas que amenacen a ecosistemas, hábitats o especies”.

Además, se contribuye a cumplir con uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas a los que adhirió la Argentina en 2015: Objetivo 15, una de sus metas “para 2020, adoptar medidas para prevenir la introducción de especies exóticas invasoras y reducir de forma significativa sus efectos en los ecosistemas terrestres y acuáticos y controlar o erradicar las especies prioritarias”.

Ambiente y crisis sanitaria

Ahora, la cuestión es: ¿Qué sucederá cuando se reactive totalmente la economía?

Casi 2 meses en que las sociedades del mundo permanecen en aislamiento. No obstante, esto no significa que la crisis ambiental que nos direccionó a este contexto se solucionará.

Con la caída de la economía global, las principales potencias responden, lastimosamente, con inconciencia ambiental.

Estados Unidos y China son las 2 principales potencias, países que suspendieron sus leyes de protección ambiental de forma indefinida para dar una supuesta respuesta a la crisis económica que se generó por la pandemia de Coronavirus.

Con un contexto tal donde estas potencias son responsables de más del 40% de las emisiones de CO2 global, dejarán de controlar y sancionar los vertidos ilegales y las emisiones tóxicas bajo el argumento de impulsar la reactivación económica.

Por ello, como sociedad no debemos ignorar las medidas ambientales porque son serias, las cuales son útiles para proteger nuestro planeta. Si no nos despertamos como sociedad, si se sigue pensando que la economía se impulsa con industrias como la salmonicultura; llegarán nuevas crisis sanitarias sociales y ambientales con consecuencias irreversibles.

Uno tiene que creer que es posible y necesario repensar el modelo económico que tenemos, así como la forma en que consumimos para preservar la salud de todos los seres vivos del planeta.

El planeta no está de vacaciones y nosotros tampoco. No debemos permitir volver a la normalidad que se vivía, esa normalidad es el problema.

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