El kayakista argentino Diego Linares detalló los 14 días de
expedición en kayak, marcados por un terremoto durante el
cruce, jornadas de nueve horas de remo y un imprevisto
conflicto con la Armada chilena.
La travesía en kayak de Diego Linares y su equipo por el Cabo de
Hornos se transformó en una odisea que combinó la majestuosidad de la
naturaleza con momentos de tensión inesperados.
Durante 14 días, el grupo navegó entre aguas australes, enfrentando
condiciones climáticas, desafíos físicos y un sismo que sacudió la región
mientras cruzaban uno de los puntos más simbólicos del planeta.
«Vivimos 14 días en un documental de Nat Geo», resumió Linares
en diálogo con FM Master’s, destacando la intensidad de una experiencia
que calificó como «inolvidable» y «única».
La expedición, meticulosamente planificada, contó con la guía del
capitán Mauro Carrizo, cuyo manejo del clima fue clave. «Siempre
tuvimos viento a favor. No hubo ni un día que tuviéramos que
luchar contra él», explicó Linares.
Sin embargo, el día más desafiante llegó al cruzar Bahía Nassau: nueve
horas continuas de remo, 65 kilómetros recorridos y olas de hasta 2.5
metros. «Nos alentábamos entre nosotros y salimos convencidos
de que lo íbamos a hacer. Al final, el físico nos sorprendió:
creímos que eran 50 km, pero fueron 65″, relató. El agotamiento
fue tal que uno de los kayakistas, Javier, terminó «con su cuerpo al
máximo», mientras Linares destacó cómo el equipo superó límites
mentales: «El coco termina limitándonos cuando el físico puede
dar más».
El viernes 2 de mayo, mientras celebraban el cruce del Cabo de Hornos,
un terremoto de 7.8 grados sacudió la zona. «En el momento que el
capitán nos felicitaba, pasó el sismo. Ellos lo sintieron en el
barco; nosotros no, pero la alerta de tsunami nos puso en
tensión», recordó.
La Armada chilena ordenó evacuar el área inmediatamente. «En 15
minutos estábamos navegando hacia seguridad. No sabíamos si
venía una ola como en Japón… Fue una locura», admitió. Aunque el
tsunami no ocurrió, el episodio les impidió disfrutar plenamente del hito:
«Quedó un sabor a poco. Queríamos fotos con las banderas, pero
el lugar impone: es como una película de piratas».
La travesía también se topó con obstáculos burocráticos. Tras revocar
un permiso para usar el Paso Murray, la Armada chilena los obligó a
desviarse 180 km adicionales. «Fue bajo y poco ético. Nos
expusieron a riesgo sin explicación», criticó Linares, aunque enfatizó
que nada opacó el logro: «Nada alteró la energía de lo vivido».
Con imágenes y testimonios recopilados, el equipo prepara un
documental. «Joel filmó todo, incluso durante el terremoto. Al
verlo, se te pone la piel de gallina», adelantó. Agradeció a sponsors
y seguidores, y prometió charlas para compartir la hazaña: «Fue algo
que nos llevaremos para siempre».
Así, entre olas, vientos y decisiones inesperadas, la expedición se
consolidó como un testimonio de resiliencia y camaradería en el fin del
mundo.