Uno de los rescatistas de montaña detalló cómo él y sus compañeros salvaron a dos esquiadores atrapados por una avalancha, en una operación donde cada minuto fue crucial.
El domingo pasado, mientras el sol caía sobre la nieve del cerro Carabajal, Alfonso Lavado y sus dos compañeros, Facundo y Mateo, se preparaban para su última bajada del día. Lo que parecía una jornada rutinaria se transformó en una carrera contra el tiempo cuando, desde la cumbre, divisaron un movimiento en medio del depósito de una avalancha reciente. «Eramos los últimos tres que estábamos en el valle», recordó Lavado en diálogo con FM Master’s.
A unos 500 metros de distancia, en la base de laguna Turquesa, un guante negro sobresalía en la blancura. «Automáticamente activamos el protocolo de búsqueda», explicó. Con sus tablas, descendieron en segundos. Facundo, experto en avalanchas, fue el primero en llegar y confirmó que había dos personas vivas bajo la nieve. «Fueron más o menos 30 minutos de paleo estratégico entre los tres para poder sacarlos», relató Lavado. Las víctimas, esquiadores de Río Grande sin equipo de seguridad, presentaban hipotermia leve pero estaban «completamente trabadas» en su posición.
El operativo se completó con la llegada del helicóptero antes del anochecer. Lavado destacó la importancia de llevar palas, arvas y abrigo extra: «Son elementos claves en terrenos nevados». Sin embargo, lamentó la falta de conciencia sobre los riesgos: «Si no cambia esta cultura, vamos a lamentar víctimas». Para él, el rescate fue un «milagro» tejido por coincidencias: la hora, la luz y ese guante moviéndose en el momento justo.