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Río Grande
20 de mayo de 2024

Violencia de género: En solo dos días fueron asesinadas 5 mujeres en Argentina

Por Fabiana Morúa.

Navila Garay tenía solo 15 años y era de Chascomús, desapareció el martes y hallaron su cuerpo el domingo. Su femicida es Néstor Garay de 56 años, dijo que la golpeó hasta matarla. Fue golpeada en la cabeza hasta su muerte y luego la enterraron en una casa de fin de semana.

Laura Cielo López tenía 18 años, a ella la buscaron sus amigas, amigos y familiares desde el jueves. Ella había salido de su casa en Plottier, Neuquén y nadie la volvió a ver, pero el domingo encontraron sus restos entre espigales, en una zona de quintas cercana al río Limay. Una escena muy parecida se presenció en San Roque, Mendoza donde unos pescadores observaron en un canal de riego el cuerpo de una joven de 17 años que estaba desaparecida.

Cecilia Burgadt de 42 años, faltó en la provincia de Santa Fe. Había salido del Hospital Cullen, ella trabajaba como enfermera y no volvió. La mataron a golpes y la maniataron, la habían envuelto en una sábana y dejaron si cuerpo detrás de una casa, en la granja La Esmeralda. El hecho se conoció el sábado y una ex pareja confesó a la policía. Con algunas horas de diferencia, Vanesa Caro de 38 años moría en un Hospital de Lomas de Zamora; después de 6 meses de haber sido prendida fuego delante de sus hijos por Leonardo Zeniquel, el padre de sus hijos.

En la ciudad de Río Grande, el sábado 14 a la mañana, Lucas Villalobos irrumpió en la casa de su ex pareja donde la víctima, Gabriela Tedesco estaba con un amigo. Allí Villalobos golpeó a Matías hasta dejarlo inconsciente y, posteriormente, a Gabriela. Sin embargo, cuando ella intentó comunicarse con la policía, Villalobos le robó el celular y el auto. Su intención era matar a ambos.

Tiradas a la basura, desgarradas, desnudas; un cuerpo como una cosa, como un objeto roto y que no sirve, los restos del predador, la carne que le sobró del festín al asesino. La familia, amigas y amigos salen a buscarlas y casi siempre la encuentra el hace de la basura su trabajo: un cartonero; un chofer de un camión recolector; alguien que anda por ahí. Luego llega la ambulancia, la cambian de bolsa, la llevan a la morgue y un auto lleva a los padres a ver si es su hija mientras que afuera están los medios: cámaras y micrófonos buscan mostrarle al mundo el dolor más punzante, la cara más arruinada por la angustia, la frase más aterradora.

Somos tiradas a la basura dentro de una bolsa de consorcio al igual que se tira un preservativo, la cáscara de mandarina, papeles que no sirven, los huesos de los alimentos que comemos. Somos tiradas como si fuéramos objetos de consumo que ya fuimos consumidas. Asustarlas, verlas rogar, desnudarlas, humillarlas, violarlas, matarlas, meternos en una bolsa y tirarnos en una montaña de restos de la ciudad. Posteriormente, los policías, abogados, jueces, cámaras de televisión: la tragedia se convierte en un show que explica los femicidios.

Nos construyen poco a poco como las culpables. Reflexionemos: las mujeres que tienen muchos novios o ninguno, sale a bailar y llega a las 6 de la mañana borracha, ¿se está buscando la muerte? ¿Piensan que se la merece? ¿Creen que debería volver antes de las doce? ¿Qué vayan a misa los domingos? ¿Ustedes quieren que le pidan permiso a algún señor para salir cuando quiere? ¿Qué deje de salir sola? ¿Piensan que una chica es propiedad de algún hombre y que si no tienen “dueño” pueden matarnos tranquilos? Los medios ¿se sienten bien eligiendo como elige la foto más provocativa para decir sin decir que la piba era “una atorranta”, que los “padres no la cuidaban” o que su vida “no tenía rumbo”? Es una denigración, la cual está inserta en nuestra cultura, por eso debemos revisar nuestros prejuicios y los de los otros.

Los titulares son: “Encontraron descuartizada a una chica que buscaban desde el jueves”; “Identificaron el cuerpo que fue hallado en el río”; “Conmoción en Plottier: hallaron restos de una joven”. Es decir, hallan restos, de mujeres y este fin de semana fueron 5.

Nos queda reflexionar el ahora, ¿qué le van a decir a las mamás de estas mujeres? ¿Qué lo sienten? ¿Qué está en las manos de la justicia? Aun así, nos queda cuestionar ¿qué manos? ¿Qué justicia? ¿Qué historia van a contar? ¿Qué cuento van a elegir?

Si recordamos, cuando asesinaron a Lucía Pérez, todos contaron lo poco que iba al colegio y la cantidad de droga que tomaba. O cuando buscábamos a Micaela García, los medios hicieron foco en el shortcito de leopardo.

También hacen más relevante el horario, en porqué puede ser que una chica esté sola por la calle; cuando lo que debería indignar es que no podamos ni siquiera caminar en tranquilidad; volver a casa; que nos respeten.

Asimismo, que dejen de pixelar la cara del femicida y violento mientras escarban en la intimidad de las víctimas después de muertas. Porque siempre son las putas, las culpables, con la ropa equivocada, en el lugar equivocado. Se podría decir que las mujeres nacimos “equivocadas”, pero no, el gran error de nuestras vidas para este mundo patriacal es que reclamemos la vida misma; nuestros derechos; la libertad que no vamos a negociar porque somos constantemente atacadas. Es decir, es el siglo XXI y la policía sigue preguntando a las mujeres que ropa llevaban puesta cuando las violaron o ¿qué le hiciste? Mientras sufren física, emocional y psicológicamente. Para el Estado argentino, la vida de las mujeres vale menos que la bolsa de consorcio en la que aparecemos asesinadas.

Así de cruel; de contundente, de injusto porque indigna más el aerosol en las paredes, las mujeres que gritan con rabia en las calles, nuestro enojo, nuestro dolor, nuestra impotencia, pero nuestras muertes no. Las muertes de todas las mujeres no indignan lo suficiente, pero se cuestionan.

Buscamos ser libres y no tenemos que parar hasta encontrarlo, hasta que cada mujer deje de necesitar avisar que llegó viva. Cielo López escribió hace 2 años en su Facebook que tenía miedo de caminar por la calle y ser una menos: “me da miedo ese hombre que camina cerca nuestro y nos hace poner nerviosas”. Hoy está muerta. Tenemos que exigir justicia, gritar los nombres de las que nos faltan; acompañar a las familias, no nos olvidemos de todas ellas porque todas ellas van a volver.

Por otro lado, hay cuerpos que valen más y otros menos: casta, rica y estudiosa vale más que vida de pobre y trola, pero todas valen menos que el cuerpo del asesino que es la manifestación extrema de este estado de las cosas. Buena parte del planeta cree que somos nosotras, a veces sin saberlo. Pobres cosas, poca cosa, lo que se usa y lo que se tira, nada bienes suntuarios, muñecas que se descartan como objeto roto. Es una bestialidad, somos madres, hijas, hermanas, esposas, amigas, amantes, novias, PERSONAS.

Todas de distintas edades y diferentes ciudades. Se las nombra para que no olvidarlas, porque todas nos duelen todas. Detrás de todas ellas deja su huella la violencia machista. Por eso hay que gritar NI UNA MENOS, hasta que dejen de matarnos.

 

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