Alentada por el general José de San Martín, la Asamblea de 1813 comenzó a parir la Independencia de la futura Argentina con un decálogo de decisiones como el fin de la esclavitud, la abolición de los títulos de nobleza y, muy significativamente, la acuñación de la primera moneda propia, con la potente expresión “En Unión y Libertad”.
Desde entonces, el papel moneda nos han acompañado con imágenes representativas de nuestros valores y nuestra identidad. Como la gran mayoría de las naciones independientes, dedicamos nuestros billetes a próceres como San Martín y Manuel Belgrano, e incluso a figuras aún hoy debatidas como Domingo F. Sarmiento, Julio Roca y Evita.
Las últimas generaciones de argentinos crecieron, lamentablemente, a golpes de crisis económicas y financieras que se tradujeron en la permanente devaluación del valor de la moneda, una situación que no hace falta explicar en estos días y que nos llevó en otras épocas al extremo de tener que quitarle ceros.
A través de esos billetes, en buenas y malas épocas, asociamos nuestras necesidades, pero también nuestras posibilidades de progresar y sostener nuestra identidad, un proceso que coronó en 2014 con la imagen de la Islas Malvinas en el papel de 50 pesos, a 181 años de la usurpación británica y a casi medio siglo de la resolución de las Naciones Unidas que reconoció el conflicto como un caso especial de colonización que debía resolverse.
El mapa de Latinoamérica y el Caribe impreso en el billete nos recuerda que ésta es una causa regional que reclama poner fin a esta anacrónica situación colonial.
El albatros que sobrevuela el Atlántico Sur, acompañado por el sargazo gigante, parte de la flora marítima de la plataforma continental argentina, formaron parte de ese diseño desde el anverso, pero acompañando la imagen de las islas y la de un continente que apoya la reivindicación de soberanía. Lo mismo con la gaviota malvinense en el reverso, dominado por la figura del Gaucho Rivero, el Cementerio de Darwin y el Crucero General Belgrano.
La reciente decisión del Banco Central de avanzar con la renovación de los billetes, reemplazando las antiguas imágenes de significado histórico, terminó con aquella representación. La imagen de Malvinas ha sido reemplazada por una de un condor.
Hay que hacer un gran esfuerzo para no relacionar la decisión de retirar de circulación esos símbolos con la progresiva invisibilización del conflicto y la política de “acercamiento” con Gran Bretaña que lleva adelante el actual gobierno nacional.
Ciertamente, algunos países representan en su papel moneda su flora y su fauna. Pero las naciones relativamente jóvenes necesitan procesar permanentemente su identidad histórica para lidiar con el presente y proyectarse mejor hacia el futuro.
También conviene recordar aquí el caso de la libra esterlina. En 1992, cuando nace el euro como moneda europea, el parlamento británico decidió no incorporarse al acuerdo, entre otras razones, porque no se imaginaban una moneda propia sin la imagen de su Reina. En 2013, cuando el Reino Unido decidió por fin renovar sus billetes, la identidad nacional se mantuvo como impronta y la monarca pasó a compartir su efigie con las de Winston Churchill y Jane Austen.
Nuestra moneda podrá perder valor de cambio, como ocurre casi a diario en estos tiempos de ajuste, endeudamiento externo y acuerdos con el Fondo Monetario Internacional (FMI), pero es una obligación ciudadana de todo argentino de bien impedir la devaluación de los reclamos de soberanía sobre todas las Islas del Atlántico Sur, y sus símbolos.
Como ocurrió con los que presidían San Martín o Belgrano, el billete “Islas Malvinas, un amor soberano” fue un aporte más a la consolidación de la identidad histórica argentina. Ahora, su progresivo reemplazo constituye un paso atrás, aunque simbólico, en la reivindicación de nuestra soberanía.
Jorge Argüello
Representante de Tierra del Fuego ante Cancillería
