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Río Grande
13 de octubre de 2025

3 argentinos liberados se reencontraron con su familia

Una multitud congregada en la Plaza de los Rehenes de Tel Aviv vivió una jornada de intensa emoción y alivio con la llegada de los últimos cautivos, un evento histórico que no estuvo exento de reclamos hacia el gobierno por su manejo de la crisis.

La Plaza de los Rehenes en Tel Aviv se transformó en el epicentro de un día histórico para Israel y para las familias de los cautivos liberados. Entre los liberados se encontraban tres ciudadanos argentinos, quienes tras años de angustiosa espera pudieron reencontrarse con sus seres queridos, provocando lágrimas, abrazos y gritos de emoción en una jornada cargada de simbolismo.

Desde primeras horas, miles de personas se acercaron al lugar para presenciar el momento en que los últimos rehenes vivos regresaban a su país. La multitud, conformada por personas de todas las edades, siguió con atención las imágenes transmitidas en pantallas gigantes, mientras los helicópteros militares sobrevolaban la ciudad con los liberados a bordo, recibiendo aplausos y vítores que se repetían con cada aterrizaje.

La conexión con los cautivos era personal y emotiva. No se trataba de cifras anónimas, sino de individuos con historias concretas que el público conocía. Las camisetas con el lema “bring them home” convivían con otras que ya celebraban: “ya han vuelto a casa”. La alegría, aunque intensa, no ocultaba las críticas hacia las autoridades: muchos consideraron que la liberación podría haberse producido antes si el gobierno hubiera dado mayor prioridad a la operación.

Ami Dror, uno de los organizadores de las manifestaciones por la liberación de los rehenes, expresó conmovido: “Esta es una victoria del pueblo de Israel”. Lotem, psicóloga de 30 años, agregó: “Esto cierra un círculo. Queremos paz y, aunque aún faltan los muertos, sentimos un alivio enorme”. Por su parte, Eran, un empresario local, manifestó su esperanza de que este momento marque un cambio político en la gestión de crisis futuras.

A pesar de las críticas, el sentimiento predominante fue de unidad nacional. Cada liberado que llegaba era recibido con aplausos y banderas ondeantes, y el público hizo un esfuerzo consciente por priorizar la reconciliación por encima de la política. “Es un momento de agradecimiento y alivio. Todos los vivos han vuelto a casa”, resumió Ariel, un asistente, mientras miles compartían una emoción colectiva difícil de describir.

El regreso de los rehenes, incluidos los tres argentinos, se percibe no solo como un acto de justicia y humanidad, sino también como un paso simbólico hacia la paz y la estabilidad en la región, y un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, la esperanza puede transformarse en celebración compartida.

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