Mariela Reynoso, médica formada en el emblemático hospital pediátrico, describió en primera persona la excelencia y la precariedad de un centro que es «referencia nacional», pero que lucha por sostener su misión frente al desfinanciamiento crónico.
La voz de Mariela Reynoso, pediatra que rotó en el Hospital Garrahan, de la ciudad de Buenos Aires, trae al presente la paradoja de un sistema de salud público que combina excelencia con desvalorización histórica. En diálogo con FM Master’s, la médica -hoy radicada en Ushuaia- detalló cómo funciona esta institución que atiende «24/7, con equipos sólidos y respuestas interdisciplinarias», pero cuya crisis actual refleja un colapso más amplio: «Esto no solo pasa en el Garrahan, pasa en todo el país. Es una decepción, pero también un llamado a luchar por lo público».
Reynoso, formada en el Hospital Vilela de Rosario, eligió el Garrahan para su rotación final de residencia. Allí vivió «la diaria de un hospital que no duerme»: «Se trabaja igual un domingo que un miércoles a las 6 de la mañana. La respuesta es con excelencia para cada niño, sea de Buenos Aires o del interior».
Destacó la logística que permite a médicos de provincias alojarse dentro del hospital -«habitaciones con baño y escritorios»- y la formación de profesionales que luego replican ese modelo en sus territorios. «El Garrahan no solo cura; enseña. Su función es que los chicos no tengan que llegar hasta ahí salvo en casos extremos», explicó.
Pero detrás de esa estructura impecable, hoy hay grietas. La pediatra admitió sentir «tristeza e impotencia» al ver el reclamo de sus colegas: «La salud pública viene siendo desfinanciada hace años. Yo misma, como residente, luché por seguros y obra social mientras trasladaba niños críticos en ambulancia». El hospital, que atiende «el 100% de los casos de cáncer infantil de Tierra del Fuego» y recibe derivaciones de todo el país y países limítrofes, enfrenta ahora «la misma angustia que otros hospitales: falta de recursos para sostener lo insustituible».
Reynoso subrayó que el Garrahan es «mucho más que médicos»: «Ahí se forman enfermeros, psicólogos, trabajadores sociales. Tiene una guardería para los hijos de las médicas, escuelas para niños internados, la Casa Garrahan para familias del interior…».
Sin embargo, advirtió que «la salud no es un gasto, es un derecho» y citó ejemplos cotidianos de su trabajo en Ushuaia: «Sigo consultando al Garrahan por mail. Su apoyo es permanente, pero ¿hasta cuándo podrán responder así?».
La entrevista cerró con un llamado a volver a las bases: «Sin salud y educación, no hay sociedad que salga adelante. El Garrahan es un termómetro: si él colapsa, el sistema ya no tiene freno». Una advertencia desde quien conoce, por dentro, «lo que significa perder un hospital que salva lo que otros no pueden».
