Por Natalia Jañez. Directora de Prensa – Tiempo Fueguino
El resultado electoral en Buenos Aires dejó un mensaje ineludible: cuando la ciudadanía habla, hay que escuchar. Y cuando exige cambios, repetir los mismos nombres no alcanza. El intento del Presidente de encarar una “profunda autocrítica” pierde fuerza cuando, acto seguido, ratifica el rumbo económico y vuelve a rodearse de los mismos referentes que lo acompañaron desde el inicio.
El anuncio de una mesa política nacional liderada por Karina Milei, Guillermo Francos, Patricia Bullrich y Santiago Caputo no sorprende, pero sí confirma una dinámica ya conocida: el oficialismo funciona en loop. Se reorganiza hacia adentro, mientras la ciudadanía pide hechos, no círculos cerrados.
En contraste, desde las provincias, algo distinto está ocurriendo. Pullaro, Llaryora, Torres, Sadir y Vidal no solo emiten mensajes políticos: están construyendo otra arquitectura de poder. Provincias Unidas no es una alianza circunstancial. Es una narrativa que interpela, con producción, seguridad y desarrollo como pilares. Y, sobre todo, con una agenda menos ruidosa y más pragmática.
El problema no es solo quién está en la mesa. Es qué decisiones se toman ahí. Y si esa mesa sigue sin integrar nuevas voces, sin federalismo real, sin mujeres visibles, sin plan para resolver lo urgente, entonces es solo escenografía.
La política argentina no necesita más declaraciones grandilocuentes. Necesita conducción, resultados y una dirigencia que entienda que la gente ya no tolera improvisaciones.
Mientras el oficialismo nacional recicla estructuras, las provincias avanzan con otro pulso. Lo federal empieza a dejar de ser una consigna para convertirse en propuesta de gobernabilidad.
Y en esa tensión, se juega mucho más que una elección: se juega el futuro.