Juan Santiago García Murphy encarna una historia inusual, ya que su abuela lo recuperó inmediatamente. Esta historia se dio durante el trágico período de la historia argentina entre 1976 y 1983, es decir, durante los siete años de la dictadura militar más atroz y sangrienta que se recuerde en el país.
En 1976 Santiago tenía apenas un año y dos meses de vida, cuando fue secuestrado junto a su padre, Juan Carlos García Vázquez -quien continúa desaparecido-, por una banda del ejército mientras paseaban en bicicleta en la zona Oeste del Gran Buenos Aires.
Su abuela, Josefina Eyriey de Murphy, en los días siguientes recorrió febrilmente cada hospital, cada clínica, cada orfanato, cada lugar donde podía preguntar por el bebé, con una foto.
Hasta que lo encontró en la casa cuna de La Plata, con nombre cambiado, una denuncia falsa de un supuesto abandono en una plaza pública, y algunos pedidos de adopción en curso. “Un lugar que hasta el día de hoy no tiene plazas” dice el propio Santiago, entrevistado por FM Master’s, un día antes del emblemático 24 de marzo.
“Un acta trucha, un documento inventado según el cual yo había sido abandonado en una plaza de Villa Insuperable, que es donde militaban mis padres. Tampoco es que había mucha inteligencia en esa mentira”, comparte a continuación.
Aquella búsqueda la había encarado Josefina junto a una de las hijas de la fundadora de Madres de Plaza de Mayo, María Adela Antokoletz, que buscaba a su hermano, aún desaparecido, abogado de presos políticos.
Luego de localizar al pequeño Santiago, la abuela no cejó en su empeño. El último día del año 1976, un juez de menores le firmó la tenencia legal de su propio nieto, y le devolvió también su verdadero nombre.
Haber recuperado a Santiago fue una inmensa alegría para una familia terriblemente golpeada, como tantas otras: “además de haber desaparecido a mi padre, en la dictadura también desaparecieron a Graciela Alberti, la negra Mimí, mi tía, y asesinaron en un enfrentamiento en Ituzaingó a mi tío Santiago Ulises Murphy”.
Santiago García Murphy militó durante 10 años en la regional de Capital de la agrupación HIJOS, que luchó denodadamente para impulsar los juicios a los genocidas, “y también tiene mucho que ver con la lucha más vinculada a la esperanza y a la necesidad de que haya en algún momento justicia”.
“Hoy va mi homenaje amoroso a una de las mujeres más grandes que conocí, Josefina Eyriey de Murphy, viuda y madre de ocho hijos, educadora, decidida y mi abuela” reconoce emocionadamente en sus redes sociales Santiago, quien vivió durante varios años en Ushuaia. Su abuela Josefina fue fundadora del actual colegio Sobral, donde además fue rectora durante muchos años, hasta que se jubiló.
García Murphy considera que gracias a la lucha y al acompañamiento de cada vez más jóvenes y más niños a la manifestación política y de memoria, “el acto político justamente más importante, de más convocatoria de todo el año, año tras año va creciendo” según su reflexión, a propósito de la significativa fecha.
Vincula ese crecimiento a “ese traspaso generacional de las madres y las abuelas a esta juventud casi niñez a poder ser felices, con lo difícil que es vincular esa palabra con la tragedia que tuvimos como sociedad”.
Sin terminar de entender del todo lo que le pasó a él y a su familia, Santiago elige creer que “solamente el corazón de una madre y abuela puede dejar de lado todas las probabilidades, todas las estadísticas, toda la lógica que indica que esa búsqueda es imposible, y tocar timbres, golpear puertas, preguntar, avanzar, ir ciudad tras ciudad con un mapita tachando los lugares en los que se puede preguntar, en los que se puede mostrar una foto”. Una historia francamente conmovedora, que él emocionadamente prefiere inscribir en “el lado de la maravilla y la esperanza”.
