Sebastián Cia es padre de un estudiante de la escuela Nº 22 Bahía Golondrina y se reunió pasado jueves con el vicegobernador Juan Carlos Arcando acerca de un proyecto que tiene como fin “proteger a los niños de la tecnología, durante sus horas de enseñanza”.
En el informe enviado por la secretaría de Prensa del parlamento fueguino relata que Cía expresó que los padres esperan que durante las horas que permanecen en la escuela, puedan recrearse alejados de celulares y otros dispositivos tecnológicos y acercarlos a juegos tradicionales con la intención de “poder hacer que los chicos vuelvan a ser chicos”.
Más allá de la intencionalidad del proyecto y que el mismo prospere o no, es interesante poner sobre la mesa la dicotomía entre educación y tecnología, si es que existe tal cosa ¿son opuestos o se complementan? ¿existe el juego tecnológico como método de aprendizaje?
Fernando Temari es profesor de informática, especializado en Tecnología de la Información y la Comunicación. Ante la consulta de Tiempo Fueguino Temari opina que “la integración de nuevas tecnologías a los proyectos pedagógicos permite aprovechar la facilidad con que los niños acceden a distintas fuentes de datos y se comunican compartiendo todo tipo de información”.
“Así mismo les brinda a éstos, la posibilidad de problematizar la compleja realidad en la que viven y actuar sobre ella, aportando propuestas y asumiendo protagonismo sobre el proceso educativo” agrega el docente especializado.
Otra docente ante la consulta de este medio consideró necesario diferenciar en dos partes “el contexto áulico y el contexto del recreo. En el contexto áulico, muchas de las tecnológicas que hoy asisten a los docentes como herramientas pedagógicas más, se presentan a través del espacio lúdico”.
Señala que “a través del juego se aprende y es una excelente herramienta para generar conocimiento significativo” y considera que “por ahí los padres están muy concentrados en el celular y por sacar el celular del aula hacen abarcativo esto a todos los demás dispositivos tecnológicos que son muchísimos más amplios. Sí la idea es sacar el celular de las aulas la comparto, porque por ahí dispersa y hace que no estén vinculados a lo que se está enseñando”.
¿Brecha generacional?
Uno de los planteos que surge en el debate es si la brecha generacional entre padres e hijos pueda ser uno de los motivadores para considerar la necesidad de “alejarlos de la tecnología”.
Al respecto Temari recuerda que “muchas veces los padres son migrantes digitales y los chicos son nativos digitales y viven con la tecnología en la punta de los dedos y su forma de comunicar y actuar, jugar y vivir es totalmente distintas a las que conocen los padres”.
“El desconocimiento en ello genera en ellos el pensamiento de que es mejor que lo que no conozco no lo use. Más cuando se está constantemente bombardeando que los usuarios digitales, o lo que se denomina ciudadano digital requiere muchas destrezas que los padres no pueden acompañar a sus hijos y el sistema educativo mucho menos” opina además el profesor de informática.
Otra de las docentes consultadas para esta nota, “esta puede ser una variable que explique en parte lo que preocupa a esos papás. Me pasa como mamá de un adolescente veo que claramente el teléfono es un aparato del que difícilmente se pueden despegar como la computadora, y ahí estamos los papás tratando de poner un límite y que el juego se produzca” remarca.
Lo que es interesante remarcar es cómo desde distintas áreas gubernamentales se trabaja para incorporar lenguaje tecnológico, como el caso de la programación y la robótica. Esta última con un programa específico que se aplica en Tierra del Fuego.
Ahora ¿es posible disgregar la tecnología y valorarla como positiva o negativa? El celular malo, la computadora buena ¿no son los procesos cognitivos en sí los que entrelazan y enriquecen la educación? ¿qué tan preparados están docentes y padres para intervenir correctamente en este contexto?
Para nuestra última docente consultada, “los procesos actuales son tan vertiginosos respecto del avance tecnológico que uno tiene que poner mediar entre estas tecnologías que tienen que ser usuarios y poder conocer y que al mismo tiempo la escuela pueda facilitar un lugar donde ellos puedan producir”.
Plantea que “como mamá imagino cuáles son las preocupaciones, pero también hay que estar atentos a que no se puede dejar afuera a los chicos de las tecnologías”. Un debate que ciertamente tendrá varios capítulos, pero requiere un puntapié inicial donde cada responsable de la educación de los chicos, tanto el Estado como los Padres o responsables, ocupen su lugar con responsabilidad actualizada.