El Monte Cervantes había sido botado el 25 de agosto de 1927. De 13600 toneladas y casi 160 metros de eslora, fue pensado tanto para el transporte de inmigrantes de Europa a América como para viajes turísticos. Podía transportar dos mil pasajeros en dos clases, y su dotación era de 300 tripulantes. Pertenecía a la empresa Sociedad Hamburgo Sudamericana.
Se lo promocionó como buque turístico, con tarifas populares. A las diez de la mañana del 15 de enero de 1930 zarpó, con 1117 pasajeros a bordo, de dársena A del puerto de Buenos Aires. Su recorrido comprendía Puerto Madryn, Punta Arenas, Ushuaia y de ahí el regreso. Su capitán era Teodoro Dreyer, un marino con experiencia en navegar los fiordos nórdicos, pero no en los canales fueguinos. Para ello, contaba con la asistencia del práctico Rodolfo Hepe, que estaba familiarizado con ellos.
El 22, luego de unas quince horas de escala, dejó Ushuaia y en lugar de tomar por la ruta acostumbrada fue por un paso no recomendado. En ese momento, la mayoría de los pasajeros estaban en cubierta, maravillados por el paisaje. Se veía recortado el faro de Les Eclaireurs, que desde 1920 funcionaba en medio de una serie de islotes, en el noreste en el Canal de Beagle.
Se había alejado unas siete millas de Ushuaia cuando a las 12:45 chocó contra una roca sumergida, que no aparecía en las cartas náuticas, y abrió un rumbo de agua en la proa. El barco comenzó a inundarse. El barco, algo inclinado, quedó varado con las hélices fuera del agua.
“El día anterior llegaron con marea baja, las rocas marcaban bien ese lugar. Pero al regreso con marea alta, todo eso quedó tapado, pasaron por ahí y el estruendo se escuchó desde Ushuaia, con semejante estructura mecánica. Las hélices rozaron las rocas”, relató Adrian De Antuendo por FM Masters, autor del libro Monte Cervantes: carta y recuerdos del naufragio.
(Nota en desarrollo)