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18 de abril de 2024

Cómo se hundió el Titanic argentino en el Canal Beagle y su relación con el Saint Christopher

El Monte Cervantes había sido botado el 25 de agosto de 1927. De 13600 toneladas y casi 160 metros de eslora, fue pensado tanto para el transporte de inmigrantes de Europa a América como para viajes turísticos. Podía transportar dos mil pasajeros en dos clases, y su dotación era de 300 tripulantes. Pertenecía a la empresa Sociedad Hamburgo Sudamericana.

Se lo promocionó como buque turístico, con tarifas populares. A las diez de la mañana del 15 de enero de 1930 zarpó, con 1117 pasajeros a bordo, de dársena A del puerto de Buenos Aires. Su recorrido comprendía Puerto Madryn, Punta Arenas, Ushuaia y de ahí el regreso. Su capitán era Teodoro Dreyer, un marino con experiencia en navegar los fiordos nórdicos, pero no en los canales fueguinos. Para ello, contaba con la asistencia del práctico Rodolfo Hepe, que estaba familiarizado con ellos.

El 22, luego de unas quince horas de escala, dejó Ushuaia y en lugar de tomar por la ruta acostumbrada fue por un paso no recomendado. En ese momento, la mayoría de los pasajeros estaban en cubierta, maravillados por el paisaje. Se veía recortado el faro de Les Eclaireurs, que desde 1920 funcionaba en medio de una serie de islotes, en el noreste en el Canal de Beagle.

Se había alejado unas siete millas de Ushuaia cuando a las 12:45 chocó contra una roca sumergida, que no aparecía en las cartas náuticas, y abrió un rumbo de agua en la proa. El barco comenzó a inundarse. El barco, algo inclinado, quedó varado con las hélices fuera del agua.

“El día anterior llegaron con marea baja, las rocas marcaban bien ese lugar. Pero al regreso con marea alta, todo eso quedó tapado, pasaron por ahí y el estruendo se escuchó desde Ushuaia, con semejante estructura mecánica. Las hélices rozaron las rocas”, relató Adrián De Antuendo por FM Masters, autor del libro Monte Cervantes: carta y recuerdos del naufragio.

Y continuó: “Dreyer ordenó abandonar el barco. Cada uno de los pasajeros, con su chaleco salvavidas colocado, fueron subiendo a los 30 botes. Gracias a la señal de auxilio que había emitido el capitán, los asistió el transporte Vicente Fidel López y la lancha Godoy, que cumplía funciones para el presidio de Ushuaia. La evacuación se realizó en una hora. Pero cometieron el error de bajar seis botes salvavidas que se perdieron, luego bajaron botes con náufragos arriba”.

Pocos años antes se había hundido el Titanic, y los titulares de los diarios tildaron al Monte Cervantes como “el Titanic argentino”. Como sucede en cada evento de esta envergadura, llegaron reporteros de todo el mundo, también los había a bordo. Fueron los que mantuvieron los testimonios de aquel naufragio.

“Se cortó la cubierta superior y quedo ahí. Todavía están los restos en el Faro Les Éclaireurs” dijo de Antueno.

El fotógrafo y buzo profesional Héctor Monsalve rescató una de las  cornetas de la embarcación, y el silbato, que después de 80 años la volvió a hacer sonar en la Casa De La Cultura.

Que sucedía en la “aldea” de Ushuaia en aquellos días? De Antueno explicó que “e aquel momento había 800 habitantes en Ushuaia, 600 eran presos y del personal carcelario. Civiles eran 200, había muy pocas casas y hubo que alojar a 1200 habitantes sin saber por cuánto tiempo. Muchos fueron a parar a Punta Segunda, nadie sabía remar. Muchos fueron rescatados, otros fueron caminado, se bajaron vestidos. No hubo ningún accidente, salvo algún que otro golpe. Los que llegaron caminado quedaron ahí en la playa, donde los empezaron a asistir. Hubo que alojarlos, en el Banco Nación, en la Iglesia, en casas de familia que tenían lugar, y en el presidio”.

Cuentan los medios que los detenidos del Presidio que tuvieron que donar su media ración para alimentar a los náufragos. Por lo que se estableció una gran relación entre los salvadores, los que llevan abrigo y comida. Entre esas familias y los náufragos hubo una relación que continuó por muchos años, entre ellos estaban los Beban, donde fueron a vivir los náufragos, entre ellos había una delegación de las escuelas normales de La Plata.

“El capitán del monte cervantes bajó a Ushuaia. Mi tía Beatriz, entre otros náufragos, Virginia también, todos de Gualeguay, no tengo claro por qué viajaron, había diputados, abogados. De 1200 pasajeros hay 1200 anécdotas”, señaló De Antueno.

Y relató la anécdota del capitán del barco: “Pide en una reunión para que le hagan llegar a su hija a Alemania el traje que compró en París, le dicen que se lo lleve él, y ahí se dan cuenta la decisión que había tomado. Dicen que, en ese momento, el capitán va al baño, el barco da vuelta de campana y este hombre se tira”.

Pero hace poco se supo que, en una nueva incursión de buceo al fondo del Beagle, se encontró en un camarote la calavera del capitán, con el disparo que se dio en la cabeza.

“Él toma la decisión y para no sufrir los efectos del ahogamiento se pega un tiro con su arma, que es lo que termina certificando su muerte y la aparición posterior en el año 54 de sus restos, fue el único muerto del accidente”, advirtió De Antueno.

Cuál es la relación entre el Monte Cervantes y el Saint Christopher

El Saint Christopher, cuyo nombre original era «Justice», fue construido en 1943 en EEUU. Era un remolcador auxiliar de rescate que, como veterano de la II Guerra Mundial, participó del Desembarco de Normandía, entre otras acciones valerosas.

En 1953 es adquirido por Dn: Leopoldo Simoncini, propietario de la empresa Salvamar, con el objeto de incorporarlo a la misión de reflotar al Monte Cervantes.

Ese objetivo fracasa y la empresa presenta la quiebra quedando el Saint Christopher en Ushuaia para siempre, integrándose al paisaje urbano y cultural de esta ciudad y en la memoria colectiva de todos los fueguinos.

“El Saint Christopher trabajó llevando víveres, porque los buzos se instalaron en Les Éclaireurs, construyeron una casa sobre el fondo del barco para poner los compresores y llenar de aire lo que iban soldando y que flotara y llevarlo a la costa. Estaban todos contentos porque todos iban a recuperar el dinero. A poco de andar hay tres barcos remolcadores que contrata la marina que van delante y el Christopher detrás, pero algún imprevisto hundió una parte y en menos de 15 minutos se fue al fondo. Los barcos que los seguían pudieron cortar sus amarres porque se los estaba llevando al fondo, se salvaron. Todo fue transmitido por radio, Ushuaia estaba alterada, pero no hubo una tragedia”, relató De Antueno.

Y agregó: “Al Saint Christopher le fallan los motores y lo encallan definitivamente. Todo el mundo se dio cuenta que ese dinero no se iba a recuperar. Todos lo que había colaborado con materiales y dinero, no solo del crédito de la empresa Salvamar, sino de gente de Ushuaia, todos se fundieron porque no cobraron nada”.

Años más tarde, el buque fue desplazado hasta el lugar donde se encuentra hoy.

Algunos de los objetos del Monte Cervantes fueron rescatados y continúan en Ushuaia. Otros todavía quedan, igual que las anécdotas, esperando ser rescatados del fondo del mar.

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