El general Calandín, ex comandante del COCOANTAR, analiza la importancia de iniciar vuelos regulares desde Tierra del Fuego, la reconversión de la base Petrel y los pasos necesarios para que Ushuaia recupere protagonismo frente a Punta Arenas o Christchurch.
Aunque Ushuaia concentra más del 90 % del turismo antártico global, la Argentina ha quedado rezagada en un aspecto decisivo: la logística y el soporte a los programas nacionales antárticos. Hoy, países como Chile y Nueva Zelanda capitalizan no solo prestigio internacional, sino también beneficios económicos millonarios, mientras que nuestro país se limita a sostener su propio programa.
Desde FINNOVA, la fundación del sector privado dedicada a impulsar políticas públicas de largo plazo para Tierra del Fuego, decidimos abordar este desafío de frente. La importancia de la Antártida excede lo simbólico: concentra el 70 % del agua dulce del planeta, recursos pesqueros y minerales estratégicos, y representa una plataforma geopolítica única para conectar los océanos Atlántico y Pacífico. En este contexto, nuestras iniciativas para 2025 —el estudio de competitividad internacional, la conformación del Clúster Antártico Ushuaia y la organización de la Expo Antártida Siglo XXI— buscan posicionar a Tierra del Fuego como la conexión óptima entre la Antártida y el mundo, generando datos, consensos y propuestas de acción que se alinean con una política de Estado de largo plazo.
En ese marco, entrevistamos al general (R) Edgar Calandín, ex comandante del Comando Conjunto Antártico (COCOANTAR), para conocer su visión sobre los pasos que Argentina debe dar para recuperar protagonismo en el continente blanco. Calandín destaca la necesidad de iniciar vuelos regulares desde Tierra del Fuego con el nuevo avión BT-67 impulsado por MIRGOR, de reconvertir la Base Petrel en un hub científico y logístico, de crear una Agencia Nacional Antártica que dé unidad de mando y continuidad más allá de los gobiernos, y de promover una articulación público-privada y académica que sume profesionalismo, innovación y reglas claras. Su diagnóstico coincide con el espíritu de las acciones que FINNOVA impulsa: pasar de la declamación a la construcción de condiciones reales para que Ushuaia recupere su lugar como puerta de entrada natural y estratégica a la Antártida.
Vuelos regulares: la llave del futuro
Uno de los grandes anuncios recientes es el inicio de vuelos regulares desde Tierra del Fuego a la Antártida, impulsados por MIRGOR. Para el general (R) Edgar Calandín, se trata de un verdadero hito:
“Contar con vuelos regulares a la Antártida desde Tierra del Fuego significa dotar al Programa Antártico Argentino de una herramienta poderosa para incursionar en la Antártida profunda sin depender de terceros países. Es un paso trascendental”, subrayó.
La aeronave seleccionada es el Basler BT-67, un modelo único en su tipo: se construye a partir de la célula del histórico Douglas C-47, totalmente reensamblada y equipada con motores turbohélice modernos y sistemas de navegación de última generación. El resultado es un avión robusto, confiable y altamente versátil.
“No existe otro avión mediano tan flexible. Sus características de STOL y su configuración de ala alta le permiten operar en condiciones extremas: pistas cortas, aeródromos semipreparados, hielos azules, glaciares, tierra o grava. Es multipropósito: puede transportar pasajeros, carga, realizar evacuaciones sanitarias, misiones de búsqueda y rescate, vigilancia marítima o incluso apoyo a la lucha contra incendios. Desde Petrel puede volar al Polo y regresar sin necesidad de reabastecerse. Y todo esto con un costo operativo incomparable frente a otras aeronaves”, detalló el ex comandante del COCOANTAR.
La llegada del BT-67, para Calandín, abre una nueva etapa para la Argentina. “Este avión es un punto de inflexión. Si nuestros funcionarios y empresarios logran articularse, puede marcar el inicio de un nuevo programa antártico argentino que se destaque en el corto plazo. Pero exige también una directiva política clara, que ordene las responsabilidades y coloque a la provincia de Tierra del Fuego como operadora logística, con el sector privado incluido, mientras el gobierno nacional lidera en los foros internacionales”.
El impacto operativo es inmediato: bases hasta ahora aisladas como San Martín, Belgrano II u Orcadas dejarían de depender de apoyos externos y la Argentina podría extender su capacidad logística hasta la Antártida profunda. Además, la flexibilidad del BT-67 permitiría ofrecer servicios a programas antárticos extranjeros, convirtiendo a Ushuaia en una plataforma de referencia para la cooperación internacional sin afectar las necesidades propias del país.
El contraste con Chile
La comparación con Chile aparece de manera constante en el diagnóstico de Edgar Calandín. Mientras el vecino país convirtió a Punta Arenas en un hub antártico de referencia mundial, Ushuaia quedó relegada a un rol secundario.
“Chile tiene una política antártica que excede lo declamativo y se enfoca en crear condiciones reales de trabajo. No es solo infraestructura física, es también infraestructura institucional y social. Esto significa reglas claras, autoridades con capacidad de resolver, y empresas privadas comprometidas en serio”, explicó el ex jefe del COCOANTAR.
El contraste no es menor. Desde Punta Arenas se realizan más de 200 vuelos por temporada hacia la península antártica, operan empresas privadas que brindan servicios a 24 programas nacionales extranjeros, y existe un entramado normativo que reduce fricciones y atrae inversión. La ciudad chilena no se limita al puerto: allí conviven aerolíneas, centros de abastecimiento, laboratorios, universidades y espacios de cooperación internacional.
Argentina, en cambio, se quedó en la superficie. “En nuestro país solemos pensar que con tener puerto y aeropuerto alcanza. Pero falta algo esencial: la capacidad de articular esfuerzos y de pensar estratégicamente a largo plazo. En la Antártida se trabaja para nuestros nietos, pero muchas veces en Argentina no somos capaces de mirar más allá de la coyuntura”, advirtió Calandín.
Para el militar retirado, la clave no está solo en construir infraestructura, sino en generar un ecosistema institucional confiable, con políticas que trasciendan gobiernos y convoquen al sector privado a jugar un rol central. Solo así Ushuaia podrá recuperar el terreno perdido frente a Chile y posicionarse como la verdadera conexión óptima con la Antártida.
Petrel: la base que puede cambiar la historia
En el diagnóstico de Edgar Calandín, hay un punto clave que concentra gran parte del futuro argentino en la Antártida: la Base Petrel. Ubicada en la península antártica, su localización estratégica la convierte en el mejor enlace entre la Antártida periférica y la profunda. Pero hoy, su potencial está muy por debajo de lo que podría ser.
“Petrel debe ser el centro focal del Programa Antártico Argentino. Su ubicación es ideal para conectar la península con la Antártida profunda. Pero necesita una reconversión integral”, subrayó el ex comandante del COCOANTAR.
La propuesta es ambiciosa y va mucho más allá de reabrir una base: implica transformar a Petrel en un hub científico-logístico de primer nivel, con un aeródromo moderno, un muelle operativo, laboratorios multidisciplinarios, un hospital de emergencias, un centro de búsqueda y rescate (SAR), un centro meteorológico y glaciológico, y capacidades avanzadas de monitoreo ambiental. “Con esa infraestructura, Petrel no solo daría soporte a las bases argentinas: podría convertirse en un punto de referencia regional, brindando servicios también a programas extranjeros”, explicó Calandín.
Esa reconversión tendría un efecto multiplicador. Por un lado, permitiría recibir y alojar a científicos de distintas nacionalidades, pero también facilitar el tránsito de personal entre bases y el análisis de muestras en laboratorios preparados para la investigación de frontera. En términos logísticos, su accesibilidad tanto aérea como naval la posiciona como un nodo ideal para operaciones críticas: desde evacuaciones sanitarias hasta misiones de rescate o prevención de contingencias ambientales.
“Contar con la Base Petrel plenamente operativa significaría extender la logística hacia la Antártida profunda y cubrir con servicios todo el sector argentino y sus áreas de influencia”, insistió Calandín. Para lograrlo, considera esencial articular medios marítimos y aéreos en una estrategia integrada, que no solo optimice recursos, sino que también vincule directamente a Ushuaia con el continente blanco.
En este esquema, Petrel no es solo una base: es el eje de un nuevo sistema antártico argentino, capaz de transformar la eficiencia del Programa Antártico y darle a Ushuaia el rol de verdadera puerta de entrada al continente blanco.
Lo que falta: institucionalidad y visión
Para Edgar Calandín, el problema central de la Argentina en materia antártica no es la falta de recursos, sino la falta de organización. “Nuestro principal problema no es la falta de recursos, sino la falta de organización. No hay una mirada integral desde el gobierno nacional para que Tierra del Fuego sea operador de las necesidades antárticas. Falta una directiva política, una Agencia Nacional Antártica con objetivos claros y coordinación entre provincia y nación”, afirmó.
La idea de una Agencia Nacional Antártica no es menor. Se trata de un organismo que permitiría conducir el Programa Antártico Argentino con unidad de comando, objetivos definidos y continuidad en el tiempo, independientemente de los cambios de gestión. Una agencia de este tipo concentraría funciones que hoy se encuentran dispersas, generando ineficiencias y superposiciones.
Actualmente, las responsabilidades se reparten principalmente entre el Ministerio de Defensa y la Cancillería, lo que deriva en lo que Calandín define como una “conducción bicéfala”. “Hoy hay una conducción bicéfala que genera cortocircuitos. Se piensa más en intereses propios que en la Antártida como política de Estado”, señaló. Esta falta de una estructura coordinada impide avanzar con proyectos de largo plazo, como la consolidación de un polo logístico en Ushuaia o el fortalecimiento de las bases en la Antártida profunda.
Según el ex comandante del COCOANTAR, una agencia permitiría además dar un marco normativo claro a la interacción con el sector privado, ordenar la articulación con las provincias y universidades, y establecer metas medibles: desde la modernización de bases hasta la captación de programas científicos internacionales. “En la Antártida se trabaja para nuestros nietos —explicó—. Sin institucionalidad, seguimos atrapados en la coyuntura y dejamos pasar oportunidades que otros países ya están capitalizando”.
La Antártida del futuro: articulación público-privada y visión estratégica
En la mirada de Edgar Calandín, la logística antártica del siglo XXI no puede sostenerse en compartimentos estancos. Las Fuerzas Armadas cumplen un rol irremplazable en tareas críticas como el relevo de bases remotas o la operación en entornos extremos, pero el verdadero salto cualitativo requiere integrar al sector privado, al mundo académico y a los gobiernos bajo un mismo horizonte estratégico.
“La logística antártica no puede sostenerse sin articulación público-privada. El sector privado debe comprometerse con profesionalismo y rentabilidad, la academia con formación e innovación, y el Estado con reglas claras y continuidad en el tiempo”, explicó.
La urgencia de ese enfoque integral se entiende al dimensionar lo que está en juego. La Antártida concentra el 70 % del agua dulce del planeta y posee recursos pesqueros, hidrocarburos y minerales estratégicos, incluidos los del grupo de tierras raras. Además, su ubicación le otorga un valor geopolítico único: desde la península antártica es posible conectar y controlar tanto el Atlántico como el Pacífico, además de proyectar capacidades hacia el espacio. “Si no nos preparamos, otros lo harán por nosotros”, advirtió.
El mensaje final del ex comandante del COCOANTAR es tan realista como desafiante: “Hay que crear condiciones para el trabajo, no para la excusa. Reorganizar el programa argentino, profesionalizarlo, generar ciencia de excelencia y proyectar a Ushuaia como nodo logístico y científico regional”.
Para FINNOVA, su testimonio confirma lo que ya impulsa con sus iniciativas: el futuro de Ushuaia como puerta de entrada a la Antártida depende de decisiones que se tomen hoy, en la planificación institucional, en la inversión logística y en la capacidad de articular a todos los actores bajo una visión común de largo plazo.