Lola Müller, al frente de San Andrés Chacinados, destacó el rol femenino en un rubro masculinizado y la reciente incorporación de un producto al Código Alimentario argentino.
Lola Müller, responsable de Chacinados San Jorge en Río Grande, construye un emprendimiento que combina herencia familiar y visión de negocio en un ámbito tradicionalmente masculino. La iniciativa, que comenzó como una práctica doméstica, se transformó en un proyecto comercial que hoy enfrenta los desafíos del contexto económico y la particularidad de producir en Tierra del Fuego.
“San Andrés Chacinados es parte de la tradición familiar”, explicó Müller en FM Master’s, detallando que “vinimos a vivir al sur y eso uno lo trae, esos recuerdos de haber presenciado y haber sido parte de eso que se transmite de generación en generación”.
La necesidad de consumir productos artesanales con identidad impulsó el salto. “Realmente en nuestra provincia no los encontrábamos, entonces los empezamos a hacer para nosotros, para nuestra familia, para nuestros amigos y ahí es como que empieza a surgir la idea de abrir nuestra propia fábrica”, relató.
El camino no estuvo exento de obstáculos, especialmente por desenvolverse en un rubro con marcada presencia masculina. Müller compartió anécdotas que reflejan esta dinámica. “Me he encontrado con situaciones reiteradas de que los proveedores se dirijan a mí, cuando me comunico por teléfono, como varón”, comentó. Y añadió: “A veces cuando llego a descargar el camión me quedan mirando como diciendo si viene alguien más o soy yo”. Pese a ello, destacó que “por suerte, bastante respetuosos, me dicen esto si necesito ayuda, si me ayudan”.
Con la planta habilitada desde 2013 y su producto estrella, el salame de cordero, en el mercado desde 2015, la empresa familiar ha logrado hitos significativos. “La noticia reciente es que logramos incorporar uno de nuestros productos al código alimentario argentino que tiene un alcance a nivel nacional”, anunció con orgullo.
Ese producto es la pitina, un embutido de origen italiano recuperado. “Hace tres años más o menos empezamos la ardua tarea, bastante burocrática y con un costo económico también, de poder incorporarla al código alimentario”, explicó. Este logro se enmarca en una filosofía de trabajo que prioriza la identidad y la calidad.
“Entendemos que sumamos a la identidad gastronómica de nuestra provincia”, afirmó Müller. Aunque reconoció el impacto de la recesión –“este contexto nos está afectando”–, se mostró optimista: “Nos ha dado muchas satisfacciones, es algo que nosotros hacemos con mucha pasión, con mucha responsabilidad”, concluyó, resaltando el valor de perseverar con pasión a pesar de las dificultades.


