Un proyecto que nació en 2012 para agrupar a pescadores y productores de Puerto Almanza se transformó en un circuito gastronómico que hoy es promocionado por operadores turísticos y buscado en internet.
La Ruta de la Centolla, el circuito gastronómico y cultural de Puerto Almanza y Punta Paraná, nació de una visión estratégica para el desarrollo de una comunidad relegada. “Dijimos qué podemos llegar a hacer para tener una mayor llegada a la comunidad de Almanza y de Punta Paraná”, explica en FM Master’s Enrique Livraghi, uno de sus ideólogos, remontando el origen a una conversación en el marco del programa Cambio Rural del INTA en 2012.
La idea se inspiró en el concepto de rutas alimentarias, entendidas como una experiencia integral. “No se centraliza solamente en ir a probar un alimento, sino en conocer toda la cultura que está vinculada a esa producción, conocer a la gente, conocer su ámbito de vida, sus problemas, sus anhelos”, detalla.
El proyecto logró conformar un grupo de alrededor de doce o trece personas, entre pescadores, recolectores y productores. “Algunos que ya tenían algún emprendimiento de tipo gastronómico y otros que nada que ver. Se dedicaban solamente a la pesca y cuando vieron que esto podía llegar a funcionar obviamente le pusieron su energía en organizarse”, recuerda Livraghi.
La iniciativa implicó una organización rigurosa, creando un reglamento y un decálogo de calidad que diferenciara a los adherentes. “Teníamos que hacer cuál es la diferencia entre el que tiene un logo. Tenía que ver con la excelencia en la atención al público, con el manejo de los residuos, con cuestiones de favorecer el conocimiento de toda la región”, señala. El compromiso era comunitario.
Aunque el grupo formal del programa concluyó en 2016, la semilla ya estaba plantada. “La idea prendió. Hoy, googleás y sale la Ruta de la Centolla. Hoy hay empresas de turismo que venden ese circuito”, afirma con satisfacción. Sin embargo, los desafíos persisten. “La ruta tiene mucho por todavía para desarrollarse, para organizarse, para registrarse convenientemente”, advierte, señalando el riesgo latente de que la marca sea registrada en otro lugar.
La visión de futuro apunta a la institucionalización del proyecto para que trascienda. “Hay que institucionalizar esa ruta, ya sea el gobierno provincial, a través del Infuetur, ya sea la universidad”, propone, imaginándola como una plataforma para el desarrollo integral y un espacio de docencia sobre el cuidado del recurso centolla. “El turismo vinculado a una producción genuina de un lugar puede traccionar para que ese lugar se desarrolle”, concluye Enrique Livraghi, esperanzado en que el legado de aquella idea continúe creciendo para beneficio de quienes hicieron de una ruta su identidad.