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Río Grande
6 de julio de 2025

¿Es posible la acuicultura de forma sostenible en Tierra del Fuego?

En el último lustro se ha hablado largo y tendido sobre la acuicultura: sus beneficios tangibles, posibles problemáticas medioambientales, metodologías, especies y una infinidad de aspectos más. Así, con más voces en contra que a favor, y la presión de ONGs internacionales, la práctica se prohibió en la isla. Ahora, con nuevos proyectos presentados por el espacio liberal para habilitar la actividad, todo indicaría que este renovado enfoque más sustentable ha calmado la mayoría de las inquietudes previas.

¿Por qué acuicultura en Tierra del Fuego? Para comenzar la isla, principalmente el agua que la rodea, tiene condiciones únicas para la práctica. Con agua fría, una protección natural contra el oleaje y los vientos, las bahías y ensenadas ofrecen el hábitat ideal para que la trucha arcoíris y el salmón del Atlántico crezcan, así como mantener un ecosistema saludable para las otras especies que están presentes en la región. Si el agua es fría y hay movimiento de corriente, menos materia orgánica se “junta” en los sitios, hay más oxígeno presente para los peces criados y se requiere de menos antibióticos y antiparasitarios. Peces más saludables, además de hacer una empresa más eficiente, hacen a una práctica más sostenible.

La realidad es que la acuicultura es una práctica bastante común en todo el mundo, siendo Argentina el único de los 8 países más grandes del mundo que no tiene esta industria desarrollada. La FAO, organismo de las Naciones Unidas abocado a la alimentación y agricultura, la recomienda por su menor impacto en la huella de carbono en comparación con la ganadería y capacidad de transformar comunidades con la generación de puestos de trabajo. El caso más directo de comparación es el de Chile, el segundo productor mundial, y exporta a más de 100 mercados, generando alrededor de 6.300 millones de dólares. Para poner en contexto, la carne y el cuero de vaca en Argentina, produce 3.790 millones de dólares, un poco más de la mitad que la acuicultura en Chile. Así, hoy cuenta con más de 70.000 puestos de trabajo y, en gran medida, es responsable por el desarrollo de su región sur en Magallanes, Aysén y Los Lagos.

Está claro que, en términos económicos, la acuicultura es una de las grandes oportunidades para el desarrollo productivo de Tierra del Fuego: puede generar empleo directo e indirecto en cuestiones como logística, investigación y servicios, exportaciones con valor agregado y permitir la famosa diversificación de la matriz productiva de la que tanto se habla hoy en tiempos donde la industria electrónica no transita su mejor momento.

Ahora bien, ¿es segura? Existen múltiples certificaciones independientes que tienen por objetivo regular la práctica y asegurar que tanto el producto final como el ecosistema donde se lo produce no se vean afectados. ASC, Global, GAP o BAP, analizan el agua, el suelo marino, los peces y la fauna que cohabita el entorno para ello. Las mismas deben renovarse e incluyen instancias de monitoreo continuo, a fin de evitar que el proceso se vicie en algún punto.

También, a fin de ayudar a la eficiencia y sostenibilidad, tecnologías nuevas en el formato de jaulas, alimentos, herramientas de trazabilidad y medicamentos hacen que la acuicultura sea segura tanto para quién la produce, como para quién la consume.

Bien realizada, siguiendo lineamientos y prácticas reconocidas a nivel mundial, la acuicultura no solo es una industria sostenible, sino una posibilidad de crecimiento real para la provincia de Tierra del Fuego. Chile, hoy limitada en su crecimiento por la falta de zonas aptas, no puede hacer frente a una demanda en alza por productos de calidad, lo que abre una puerta para pensar una provincia que siga sumando sectores productivos por fuera del turismo y la industria electrónica. Las malas prácticas de productores en países vecinos o la falta de claridad en la comunicación inicial del proyecto allá por 2017 no quitan que la acuicultura ha sido demostrada en todo el mundo como una herramienta para asegurar alimento de calidad, generar trabajo y por sobre todo, minimizar el impacto medioambiental a la hora de hacerse de forma correcta. Ahora, Tierra del Fuego tiene una segunda oportunidad, de avanzar en esta industria de forma responsable para dejar la huella del Fin del Mundo en todo el globo.

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