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15 de abril de 2024

Un día como hoy comenzaba la leyenda del asesino serial que murió en el penal de Ushuaia

Cayetano Santos Godino, «El Petiso Orejudo», fue detenido el 4 de diciembre de 1912 cuando apenas tenía 16 años. Ese día comenzaba la leyenda del asesino en serie más joven de la historia argentina, que fue responsable de la muerte de cuatro niños, siete intentos de asesinato y el incendio de siete edificios. El Petiso murió en el penal de Ushuaia, en extrañas circunstancias.

Hijo de inmigrantes italianos, tuvo una infancia marcada por la violencia y la miseria. A los siete años cometió su primer ataque golpeando a un niño de dos años. Cuando tenía nueve atacó a su primera víctima mortal.⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀

El crimen de Jesualdo Giordano fue el que permitió su captura. Cayetano asistió al funeral y escapó llorando del lugar. La policía allanó su casa y encontró restos de la cuerda con la que había ahorcado al niño.⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀

El Petiso Orejudo fue absuelto en 1914 y enviado al Hospicio de las Mercedes. Luego, en 1923, fue trasladado al penal de Ushuaia, donde moriría el 15 de noviembre de 1944.

Cualquiera que haya visitado el Museo del Presidio con la compañía de un guía, habrá oído la historia de su muerte. Según el relato del guía, Santos Godino pudo haber muerto a manos de los demás internos, en venganza porque Godino mató el gato, mascota del pabellón. Otra versión indica que El Petiso murió de una enfermedad ulcerosa gastroduodenal, se sabe que había sido maltratado y con frecuencia violado.

Murió sin confesar remordimiento alguno. En 1947 la cárcel fue clausurada y cuando el cementerio fue trasladado, los huesos del asesino serial habían sido saqueados.

La insólita teoría de un asesino y el tamaño de las orejas

En los años del juicio contra Godino dominaba la escena en nuestro país la concepción criminológica positivista, que tuvo sus orígenes en la llamada Escuela Positiva italiana de Derecho Penal, dónde sobresalieron el médico Cesare Lombroso, el abogado Enrico Ferri, y el juez napolitano Raffaele Garófalo, quienes llegaron incluso a alcanzar fama a nivel mundial.

El primero de ellos fue quien escribió la famosísima obra “El hombre delincuente” en el año 1876, dónde establece una relación entre los delincuentes y los animales inferiores y expresa la tesis de que la delincuencia es una cuestión hereditaria que incluso llega a manifestarse en la propia fisonomía del delincuente, creyendo encontrar la prueba biológica en la foseta cerebral media que halló en la cabeza de un delincuente.

También estableció las características degenerativas de los delincuentes en la relación del peso con la altura, en la capacidad del cráneo y en ciertos detalles externos (mirada extraviada, orejas grandes, labios leporinos, asimetrías); constituyendo la llamada antropología criminal.

Lombroso debió ir corrigiendo sus postulados cada cierto tiempo, ante los nuevos hallazgos médicos como así también ante la falta de comprobación de sus propias premisas teóricas. Por su parte Ferri, diputado socialista que adscribió luego al fascismo, se opuso denodadamente a la Escuela Clásica de Derechos Penal refutando la idea central de aquella en sostener el libre albedrío de las personas (por ende del delincuente), al considerar que las personas se hallan condicionadas por distintos factores (físicos y morales) que llevan a que no puedan elegir sus comportamientos libremente.

 

 

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