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Río Grande
16 de marzo de 2024

La conmemoración del 12 de octubre

(Por Graciela Donoso*). Según el lugar y según la época se le llama simplemente Descubrimiento de América, o Día de la Raza o de la Hispanidad, el Encuentro entre Dos Mundos, o más críticamente el Día de la Resistencia Indígena, el Último Día de Libertad de los Pueblos Originarios o,invitando a la reflexión, el Día del Respeto a la Diversidad.

Pensarlo es importante, porque las celebraciones y los nombres que les damos tienen su historia, sus significados y sus consecuencias. En Argentina por decreto del presidente Yrigoyen se establece en 1916 el “Día de la Raza”. Con el decreto 1584 de 2010 se intenta darlugar a las voces que venían reclamando el cambio de denominación, por considerar que aquella forma de decirlo y pensarlo, sobrevalora “lo extranjero” e invisibiliza lo sucedido. A partir de entoncescelebramos en Argentina el “Día del Respeto a la Diversidad Cultural” con la intención deque la fecha se convierta en un día de reflexión histórica y de dialogo intercultural, proponiendo un análisis profundo y una nueva mirada respecto ala variedad de culturas propias de nuestro suelo.

Palabras que callan. Silencios que hablan

Se hace necesaria la reflexión y la puesta en valor que propone la nueva denominación. Para comenzar ese análisis nos detenemos en la idea de que no puede dar igual referirse de una u otra manera a aquel hecho, sin dudas histórico. Porque no es lo mismo nombrar las cosas con cualquier palabra, a las personas con cualquier nombre, a los hechos con cualquier denominación; porque las palabras construyen sentidos, se asocian con ideas y actuamos en consecuencia. Aquella llegada de Colón y los variados estudios posteriores fueron instalando un pensamiento hegemónico, un pensamiento colonizado: pensar a los pueblos originarios como cosa del pasado, lo que nos llevó a no ver a quienes estaban ahí, al lado; a no escuchar a los que están aquí, presentes.

Esa colonización sucedió incluso con los propios pueblos ancestrales que fueron acallados: los silenciaba la vergüenza, la estigmatización, el miedo.

Así nos cuenta Margarita Maldonado autora del libro Entre dos mundos: “Nosotros vivíamos como Selk’nam sin saber que esa era nuestra cultura, íbamos a mariscar, a buscar hongos, calafates, huevos de avutarda con Angela Loig. De muy pequeñita me enteré que era hija de una india ona, pero ustedes nunca lo digan, nos dijo mamá”.

La colonización produjo también el silencio de su lengua “porque los antiguos para protegernos no nos enseñaban la lengua. Nosotros somos culturas ágrafas y la palabra era sustancial, la palabra era todo para nosotros. Así se transmitía la cultura. Esa voz fue apagada, violentamente perseguida. Estaba mal visto ser indígenas. Por eso es importante lo que hacemos para reparar todo eso”, nos dice Miguel Pantoja, perteneciente a la comunidad Indígena Rafaela Ishton, estudioso y autor de trabajos sobre el genocidio Selk’nam que buscan resignificar la historia oficial.

Las voces vivas hablan del 12 de octubre

Margarita Maldonado, que hace años se tomó la tarea de ir rescatando y poniendo en valor su cultura, reflexiona: “Crecimos con el 12 de Octubre como día de la raza, pero cuando fuimos creciendo, nos empezamos a cuestionar, ¿Por qué raza como los perros? Nos dicen raza porque somos indios”.

“Ni día de la raza, ni ningún otro hace justicia a las realidades de los pueblos indígenas. Tampoco el nombre que hoy tenemos en Argentina “Respeto a la Diversidad Cultural” hace justicia, y no lo hace porque estamos hablando de la más grande falta de respeto de la historia de la humanidad. Yo prefiero pensarlo como Día de Resistencia Indígena. Porque nosotros aún estamos vivos. Y aunque se reconoce nuestra resistencia, no se reconoce nuestra existencia. Estamos en constante lucha y trabajamos por la reparación histórica” afirma Miguel Pantoja con la crudeza de quien revive la violencia ejercida sobre su pueblo.

Los famosos “últimos”

Trabajos de campo, documentales, libros y fotografías, grabaciones y estudios que han trascendido fronteras, han hablado del fin de la cultura Selk’nam. Una cultura muerta, datos del pasado que se convierten en objetos de estudio.

Para pensarlo podemos detenernos por ejemplo en los nombres de los antiguos que resuenan en nuestros oídos, los que nombramos al transitar las calles de nuestra ciudad. Ángela Loig, Lola Kiepja, Virginia Choquintel, Segundo Arteaga, Luis Garibaldi Honte, Rupatini, Echelaine, Esteban y Rafaela Ishton, son algunos de aquellos nombres que conocemos por la forma en que fueron nombrados por los cristianos, -muchos de ellos mal escritos- y que trascendieron porque fueron los nombres de “los y las últimas”. A qué intereses sirve dar por terminada una comunidad, es un interrogante que se abre con urgencia.

Son másde seiscientos los integrantes de la comunidad indígena Rafaela Ishton con la lengua mucho tiempo silenciada por aquel “encuentro”, resisten y caminan nuestras calles. Entonces no podemos menos que preguntarnos, por qué circuló el discurso de “los últimos” y por qué como sociedad creímos que era una raza extinta.  Si, como decimos, las palabras construyen sentido, instalar la idea de que la última o el último ona, han muerto, sólo sirve a los fines de dejarlos en el pasado, en los museos, en las máscaras y en las vidrieras y sirve también para tapar a los y las Selknam de hoy.

Los nombres. Los nadies

Miguel Pantoja estudioso y parte de la comunidad nos cuenta que niños y niñas del pueblo Selknam eran nombrados “refiriéndose a alguna característica, cualidad o rasgo físico que tenía ese bebito, incluso podía pasar mucho tiempo sin nombre; pero con el genocidio, hemos perdido los significados. El nombre de mi tatarabuela Sheces por ejemplo no sé qué significa. Los nombres se desvirtuaron además porque los evangelizadores les ponían un nombre cristiano a cada uno de los antiguos y antiguas y aquel nombre propio único, irrepetible -no había dos con el mismo nombre- pasó a ser un apellido, Lola por ejemplo, su nombre es Kiepja.”

Además hubo un silenciador desprecio por las individualidades. Miguel nos cuenta que “En 1923 Martín Gusinde encuentra en Viamonte antiguos que sobrevivieron al genocidio, pero ya no estaban en estado puro, pues vestían ropas europeas. Él les pide que se vistan y hagan la ceremonia del hain en su presencia”. Rescatando el gran valor del trabajo fotográfico, gracias al cual se conoce mucho de la historia de su pueblo, nos dice Pantoja con tristeza “en esas fotos yo puedo estar viendo algún antepasado y no saberlo. Justamente porque los colonos nos agruparon como indios, no les interesaban las individualidades”.

* Informe realizado por alumnos de 3° año de la Tecnicatura Superior en Comunicación Social del CENT N° 35, en el marco de la materia Prácticas Profesionalizantes II.

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